Escribo para que existas (1993): poemas breves. «Un mundo de delicada sensualidad, de aromas y contactos’; ‘grandes interrogantes se le plantean al lector: la verdadera naturaleza del deseo, la fugacidad del amor que transforma a los amantes y la relación entre la realidad y la palabra creadora» (S. M. Mora). «En el ritual discursivo, el trazo estilístico de Escribo para que existas, presenta diverso recursos sumamente novedosos y el poemario no cae en la trampa del estereotipo […] no habla, exclusivamente, del placer del amor, sino también del placer de la imaginación» (C. Villalobos).
Escribo para que existas «es innegablemente una propuesta amorosa. Eso sí, cautelosa, reservada, recatada, sutil, contenida. En ella no hay atolondramiento, desenfreno, descalabro u otro efecto desestabilizador de las pasiones. Paradójicamente, es un texto lleno de erotismo, expresado poéticamente con figuras literarias de delicado y refinado contenido dentro de los cánones del tema» (Amalia Chaverri).
Melancolía de la memorias. «En este libro, el autor tiene claro que la melancolía es un estado místico, un espacio de soledad frente a esa hoguera que enciende el olor de alguna piel lejana o el sabor de algún deleite que regresa al paladar y estalla de nuevo en el recuerdo. Aquí nada y todo es posible, como sentenciaba Heráclito: “En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”. Igual ocurre con estos poemas: el yo lírico vive y al mismo tiempo se desvive por lo vivido.Para iniciar esta melancolía, el poeta se mira frente al espejo porque aquí está la puerta de acceso a su propio recogimiento. Se autocontempla, se introduce en sí mismo y, una vez instalado en este lugar de la intimidad, entra en trance y danza con el tótem de todas sus memorias. Lo primero que aparece en el camino es una llave que tiene el don de convocarlo todo. Esa clave es la imaginación. Con este recurso de la fabulación, la memoria es también ensueño. Aquí, la verdad y la mentira no tienen ninguna posibilidad porque da igual si es presente o pasado el sentimiento. La nostalgia es un cuchillo, es la herida y es al mismo tiempo el alivio y la cicatriz» (Carlos Villalobos).
La brevedad del goce (poemario lírico, 2012): «El poeta ofrece, como estructura del poemario, cinco apartados hilados por el tiempo. En el primero, la voz poética se estremece con la premonición del goce presentido, en poemas delicados que se hilvanan alrededor del tiempo, ya sea en su presencia –«solo queda tiempo / para el goce»–, pretendiendo su olvido –«olvidemos el tiempo, / que siempre muere»– o desde la subjetiva presencia de los sueños que acompañan al deseo –«aún no es tarde para soñar / con la noche llegará el deseo». Así, se concluye luego con el ciclo del tiempo, constante, interminable, desde un día nuevo en el cual la memoria sea la portadora del goce: «el día vuelve a empezar / y encuentro el goce en la memoria». Cerramos esta primera sección acompañando al poeta en el temblor que produce la espera» (Salaverry, 2012).