Ensayos

img_0280El desorden del espíritu. Conversaciones con Amighetti (1987): los diálogos de este libro recorren los temas del artista y escritor costarricense (nacido en 1907), su nostalgia, su formación, la violencia que el arte reconstruye. En las evocaciones hay algo, una señal profunda, insinuante, que le concede valor irrepetible a la palabra de Amighetti. «Se entiende el desorden del espíritu como una disposición vital que está en la génesis de la creación, en el caos informe […] Acaso la conjunción de estos dos hombres nos ha legado la investigación más señera en lo que podría llamarse estética básica» (Zamora, 1988). «Pocos libros como éste he leído, y aquí estoy para saludar el acontecimiento cultural […] es una obra singular no sólo en la literatura costarricense, sino en la cultural hispanoamericana de nuestros días» (Baciu, 1988).

 

 

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Lo monstruoso y lo bello (1988): colección de textos sobre la función de lo monstruoso en los aparatos de ficción estética literatura, artes plásticas, cine, juguetes, comics). Néstor Braunstein escribe: «El problema al que abre el riquísimo ensayo de Rafael Ángel Herra sobre lo monstruoso es el de la relación entre lo Ungeheuer (monstruoso), lo Unheimlich (siniestro) y la Wirklichkeit (la realidad como realidad actuada y obrada por el hombre) […] Si; la praxis del hombre está animada por fantasmas, por formaciones imaginarias con las que se organiza un mundo consensualmente compartido. Esta realidad (Wirklichkeit) tiene una función: la de proteger de lo Real, lo Real de la expulsión del paraíso y de los paraísos» ( Braunstein,1988). Porque precisamente el arte sólo es posible fuera del cualquier paraíso, y se instaura, por ello, como forma de reconstruir el mundo, que, sin embargo, resulta pasajera y lleva al fracaso.

 

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Autoengaño. Palabras para todos y sobre cada cual: Este libro es un estudio crítico, desde el punto de vista ético, sobre conductas individuales y colectivas que se dan autoengañosamente. El autor propone una teoría formal de la estructura básica del autoengaño y su reducción a posibles patrones o esquemas formales. «En un texto profético, Yahvé se engaña a sí mismo mientras presume la santidad de Job. Acaso los profetas hayan sido ahí notablemente ambiguos, como advierte Rafael Ángel Herra en su libro Autoengaño , publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica. Si la divinidad no rechaza la tentación, ¿cómo la resistirá el hombre? […] Hace más de dos décadas, la idea se prefiguraba en escritos filosóficos del autor. Varios cuentos y sus novelas hallan motivos en ella. La inspiración viene de Fromm, según informa; pero engarzadas con amplio bagaje cultural puedo identificar otras fuentes. Algunas parecen distantes: mitologías y religiones, la Biblia, Cervantes, Dante, Goethe; otras, más recientes: Kazantzakis, Anatole France, Kafka y los grandes literatos rusos. No lo dudo: Freud, Husserl, Sartre, el viejo Kant y Hegel tamizan elhumus donde nutre sus propuestas. Valor tiene, además, la actitud de Herra –sistemática, comprensiva y crítica– frente a investigaciones coetáneas»’. (A. Zamora).

 

Violencia, tecnocratismo y vida cotidiana (1983, 1991 ): el hilo conductor de este libro es «la necesidad de mostrar que la violencia no responde en la historia a determinaciones ineluctables sino a actos y fenómenos que el agresor reviste de pseudolegitimaciones en la vida cotidiana, en el ámbito del poder y en los discursos teóricos». Dice Alvaro Zamora que «el trabajo aparece bajo un doble aspecto: por una parte, se propone revelar los fenómenos de reificación de la Lebenswelt; por otra, se presenta como una matriz, donde se gesta la propedéutica para sistematizar la investigación compresiva de los problemas que halla. […] Desde ese ensayo filósofico hasta los trabajos de literatura creativa, la exigencia por la responsabilidad del proyecto humano remite a la Ciudad de la luz como la llama [el autor] en su novela, esa posibilidad histórica del porvenir, en que el hombre dejaría de ser instrumento para el hombre. Ciertamente no hay una construcción utópica en este sentido […], pero sí hay un señalamiento en virtud del cual la construcción de la paz requiere de un momento negativo: derruir los cimientos de la institucionalización de la violencia, sus mecanismos e ideologías» (Zamora 1987).